Sunday, February 28, 2010

Milagro de la mañana - Ramón Mª del Valle-Inclán


Tañía una campana
En el azul cristal
De la paz aldeana.


Oración campesina
Que temblaba en el azul
Santidad matutina.


Y en el viejo camino
Cantaba un ruiseñor,
Y era de luz su trino.


La campana de aldea
Le dice con su voz,
Al pájaro, que crea.


La campana aldeana
En la gloria del sol
Era alma cristiana.


Al tocar esparcía
Aromas del rosal
De la Virgen María.


¡TES NO TEU PITEIRO,
PAXARIÑO NOVO,
GRACIA DE GAITEIRO!*


*("¡Tienes en tu pico,/ Joven pajarillo,/ Gracia de gaitero!")

Ramón María del Valle-Inclán: Aromas de leyenda, en Claves líricas

Wednesday, February 24, 2010

Una anécdota chestertoniana

"Generalmente, un hombre no logra olvidar el día de su boda, sobre todo si se trata de un día tan absolutamente cómico como el de la mía. La familia recuerda unas cuantas anécdotas, convertidas ya en leyendas familiares, sobre trenes perdidos, extravío de equipajes y otras cosas aún más excéntricas. Declaran contra mí, y es totalmente cierto, que de camino a la boda me detuve a beber un vaso de leche en una tienda y a comprar un revólver y balas en otra. Algunos lo han considerado como regalos de boda insólitos para que el novio se haga a sí mismo; y si la novia no me hubiera conocido tan bien, supongo que podría haberse imaginado que yo era un suicida, un asesino o lo que es aún peor, un abstemio militante. A mí, aquello me parecía lo más natural del mundo. Por supuesto que no compré la pistola para matarme a mí o a mi esposa; nunca fui verdaderamente moderno. La compré porque mi boda era la gran aventura de mi juventud, y también porque tenía la vaga idea de proteger a mi mujer de los piratas que sin duda infestaban Norfolk Broads, adonde nos dirigíamos [...]"

(G. K. Chesterton, Autobiografía, Barcelona, Ed. Acantilado, 2003, pp. 39-40)

Sunday, February 21, 2010

Vincent d'Indy, un compositor olvidado

Paul Marie Théodore Vincent d'Indy es uno de tantos grandes compositores olvidados y apenas incluidos en los programas de conciertos, pese a ser uno de los mejores músicos franceses contemporáneos, con un estilo cautivador y personal influído por diversas corrientes musicales, desde la música antigua y religiosa, hasta la música romántica de Berlioz, Liszt y Wagner. Nació en París el 27 de marzo de 1851 en una familia de tradición militar, monárquica y católica, originaria de Ardecha, región del Ródano. Las primeras lecciones de música las recibe de su abuela Rézia Thérèse d'Indy, pianista aficionada que le inculca el amor por la música en su infancia. De la mano de su tío conoce también la instrumentación romántica de Berlioz, y gracias a su vecina, Ellen Mac Swiney, conoce a Henri Duparc, ya que la joven escocesa sería poco después, en 1871, esposa de este famoso compositor francés. Duparc conoce por esa época a Liszt y a Wagner, y pone a Vincent d'Indy en contacto con la obra de estos dos grandes compositores, que tendrán una gran influencia en su obra, pero también en gran parte de la generación musical francesa del momento. Además del ambiente musical, Vincent d'Indy vive impregnado también del paisaje montañés alpino, y a parte de sus visitas a la casa familiar en Ardèche, en 1869 viaja por Italia, Suiza y el Tirol, lo que será también decisivo para la inspiración de sus grandes obras, en las que se refleja profundamente la atmósfera de los Alpes y las melodías populares de sus regiones. En esta época compone ya sus primeras obras, Quatre romances sans paroles, Angoisse y La Chanson des aventuriers de la Mer, que por consejo de Duparc, le muestra a Cesar Franck, quien lo toma entonces como alumno.

En 1872, d'Indy comienza a ir a clases de órgano con Cesar Franck en el Conservatorio de París, gran maestro de esta generación y del propio Duparc, con el cuál conoce y aprende a admirar enormemente la música sacra del s. XVI, fundamentalmente a Palestrina, Victoria y Gallus. Un año después, se dedica a viajar por Alemania, donde conoce personalmente a Liszt y se sigue impregnando de esta tradición germana, y en 1876 asiste a la representación del Anillo de Richard Wagner en Bayreuth, convirtiéndose en un entusiasta wagneriano.


En 1881 compone su famoso poema sinfónico, al estilo de Liszt, titulado Poème des montagnes, para piano y orquesta, en 1882 Helvétia, valses para piano en forma de lied en los que muestra su aprecio a Suiza, y al siguiente año, su primera gran obra dramática, Le chant de la cloche, basado en El canto de la campana de Schiller. Una de sus obras más importantes, de 1886, es la Symphonie sur un chant montagnard français (Sinfonía sobre un tema montañés, también llamada Sinfonía cévénole), en la que se plasma de manera más perfecta su estilo con reminiscencias de melodías populares alpinas, combinado con la orquestación al estilo de Berlioz y de los poemas sinfónicos de Liszt, sin olvidar nunca la inspiración wagneriana. Otras de sus obras basadas en melodías populares y temas de montaña son Quatre-vingts huit chansons populaires du Vivarais y Six chansons anciennes du Vivarais, basadas en las canciones populares de su región familiar, Fantaisie sur de thèmes populaires français, Cinq chansons folkloriques et deux rigaudons à une voix, su última obra, o Jour d'été à la montagne, también de ambientación alpina.


La influencia de Wagner se plasmará en alguna de estas obras, pero más claramente en sus obras dramáticas, especialmente en el drama musical Fervaal, para la cual el propio compositor, al estilo wagneriano, escribe el libreto. La obra tiene un carácter épico y guarda numerosas similitudes con Parsifal, además de exaltar el patriotismo y la lucha del cristianismo frente al paganismo, de manera similar a dicha obra de Wagner. Cerca del final, introduce el Pange Lingua, himno eucarístico medieval escrito por Santo Tomás de Aquino, lo que demuestra el gran aprecio que tuvo siempre Vincent d'Indy por la música antigua y religiosa. A esto se une el hecho de que fue uno de los fundadores y promotores de la Schola Cantorum de París, destinada a recuperar y fomentar la música sacra. Igualmente, participó en la fundación de la Sociedad de propaganda para la divulgación de obras maestras religiosas.

También se reflejan los temas gregorianos en su otro gran drama musical, La Légende de Saint Christophe, con libreto escrito igualmente por él mismo, basado en la hagiografía de San Cristobal según la Leyenda áurea, la más famosa recopilación medieval de vidas de santos, escritas por el dominico italiano Santiago de la Vorágine. Esta obra le valió la acusación de "antisemitismo", lo que unido a sus ideas monárquicas, que le llevan a militar en la Acción Francesa tras el caso Dreyfus, le enfrenta con el ambiente más progresista de la época. Entre sus obras más explícitamente monárquicas se encuentra Vive Henry quatre (Viva Enrique IV), basada en la famosa pieza musical que se convirtió en un himno de la restauración de la monarquía tradicional francesa. También en música se enfrentó a la ruptura del dodecafonismo y el atonalismo, que consideraba la decadencia de la música contemporánea y que ya comenzaba con Bartók y Schönberg. Esto le hace adherirse cada vez más a la armonía tradicional, lo que le lleva incluso a evolucionar desde las obras más claramente wagnerianas, a un cierto clasicismo, que impregna la mayor parte de sus obras de madurez.


Vincent d'Indy fue además presidente de la Sociedad Nacional de Música de Francia, y posteriormente dirigió a la Orquesta sinfónica de Boston, con la que interpretó obras de sus compatriotas, empezando por su maestro Cesar Franck, pero también de Fauré, Debussy, Dukas o Chausson. A su regreso a Francia se convirtió también en jurado del Conservatorio de Lyon. Además de componer y escribir los libretos de sus obras dramáticas, escribe también libros sobre Beethoven, Wagner y Cesar Frack. Tras su paso por Barcelona, donde dirige una de sus obras, en 1930, muere finalmente en su París natal el 2 de diciembre de 1931.





Wednesday, February 17, 2010

Miércoles de ceniza - T. S. Eliot


Porque no tengo esperanza de volver otra vez
Porque no tengo esperanza
Porque no tengo esperanza de volver
deseando el don de este hombre y la capacidad de aquel
hombre
ya no me esfuerzo por esforzarme hacia tales cosas
(¿por qué habría de extender sus alas el águila enve-
jecida?)
¿Por qué habría yo de lamentar
el desvanecido poder del reino acostumbrado?


Porque no tengo esperanza de conocer otra vez
la gloria inválida de la hora positiva
porque no pienso
porque sé que no conoceré
el único verdadero poder transitorio
porque no puedo beber
ahí donde florecen árboles y brotan fuentes, pues ahí
no hay nada otra vez.


Porque sé que el tiempo es siempre tiempo
y el lugar es siempre y sólo lugar
y lo que es efectivo es sólo efectivo por una vez
y sólo para un lugar
me alegro de que las cosas sean como son y
renuncio al rostro bienaventurado
y renuncio a la voz
porque no puedo tener esperanza de volver otra vez
por consiguiente me alegro, teniendo que construir algo
de que alegrarme
y ruego a Dios que tenga misericordia de nosotros
y ruego que pueda olvidar yo
esos asuntos que discuto demasiado conmigo mismo
explico demasiado
porque no tengo esperanza de volver otra vez
que respondan estas palabras
por lo que se ha hecho, para que no se vuelva a hacer
ojalá el juicio sobre nosotros no sea demasiado gravoso.


Porque estas alas ya no son alas para volar
sino simples aspas para batir el aire
el aire que ahora está completamente tenue y seco
más tenue y más seco que la voluntad
enséñanos a que nos importe y a que no nos importe
enséñanos a estar sentados tranquilos.


Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de
nuestra muerte.
Ruega por nosotros ahora y en la hora de nuestra
muerte.




(Fragmento, tomado de T. S. Eliot Poesías reunidas 1909-1962, Alianza, 2006, trad. José María Valverde)


Because I do not hope to turn again
Because I do not hope
Because I do not hope to turn
Desiring this man's gift and that man's scope
I no longer strive to strive towards such things
(Why should the aged eagle stretch its wings?)
Why should I mourn
The vanished power of the usual reign?

Because I do not hope to know again
The infirm glory of the positive hour
Because I do not think
Because I know I shall not know
The one veritable transitory power
Because I cannot drink
There, where trees flower, and springs flow, for there is nothing again

Because I know that time is always time
And place is always an only place
And what is actual is actual only for one time
And only for one place
I rejoice that things are as they are and
I renounce the blessed face
And renounce the voice
Because I cannot hope to turn again
Consequently I rejoice, having to construct something
Upon which to rejoice

And pray to God to have mercy upon us
And pray that I may forget
These matters that with myself I too much discuss
Too much explain
Because I do not hope to turn again
Let these words answer
For what is done, not to be done again
May the judgement not be too heavy upon us

Because these wings are no longer wings to fly
But merely vans to beat the air
The air which is now thoroughly small and dry
Smaller and dryer than the will
Teach us to care and not to care
Teach us to sit still.

Pray for us sinners now and at the hour of our death
Pray for us now and at the hour of our death.


Friday, February 12, 2010

La Tierra Media y la Roma eterna


"Auden ha afirmado que para mí "el Norte es una dirección sagrada". Eso no es cierto. El Noroeste de Europa, donde yo (y la mayoría de mis antepasados) he vivido, tiene mi afecto como es propio que lo tenga el hogar de un hombre. Amo su atmósfera y sé más de sus historias y sus lenguas que de otras partes, pero no es "sagrado" ni agota mis afectos. Por ejemplo, siento un particular amor por la lengua latina, y entre sus descendientes, por la española. Que no es verdad en relación con mi historia, debería demostrarlo la mera lectura de las sinopsis. El Norte era el asiento de la fortaleza del Diablo. El avance de la historia culmina con lo que se parece mucho más al restablecimiento de un Sacro Imperio Romano eficaz con su asiento en Roma que a nada que hubiera sido concebido por un "nórdico"". (J.R.R. Tolkien, Cartas, Carpenter ed., pp. 436-437)

"Moribus antiquis stat res romana virisque"
"Gracias a sus antiguas costumbres y a la virilidad de los romanos se mantiene la causa de Roma" Ennio


Thursday, February 11, 2010

¿El ser es, o no es?


Es un tópico de las falsas filosofías suponer que no existe nada permanente ni fijo, ni verdadero, que todo es cambio, movimiento, evolución, mero devenir. Esto es lo que impera en el pensamiento posmoderno, aunque estas mismas teorías son paradójicamente muy antiguas y permanentes a lo largo de la historia. Parece ser, y así lo confirman las ideas siempre viejas de los "progresistas", que no hay nada nuevo bajo el sol ("Nihil sub sole novum" dice el Eclesiastés). Los mismos errores antiguos mil veces combatidos por la sana tradición filosófica son los que se nos presentan como nuevos, aunque cada vez con distintas máscaras y artificios, para seducir a los incautos que sólo ven lo superficial.

Fue Heráclito el que afirmó entre los presocráticos que todo es movimiento y eterno devenir, que todo fluye, como dice en su famosa sentencia (pánta rei). Contra esa idea demostró Aristóteles la existencia del ser permanente, sin por ello caer en el extremo de Parménides de negar el movimiento; afirmó que "también existe lo permanente, lo inmutable, es decir, el acto, el ser real. La negación de todo ser permanente y determinado negaría el devenir mismo, porque devenir sin deviniente, sin portador permanente, mutación sin algo permanente, que pase de una manera de ser a otra, ni si quiera pueden imaginarse. Si todo es únicamente "devenir", nada es, y si nada es, todo es lo mismo, lo verdadero y lo falso, el ser y el no ser, el devenir y el no devenir" (G. Manser sobre Aristóteles en "La esencia del tomismo"). Con esto refutaba Aristóteles el panteísmo del eterno devenir de Heráclito, que vuelve a surgir bajo nuevos ropajes con Hegel, Nietzsche y Bergson, entre otros importantes pensadores modernos.

Nietzsche nos deja en esta edad que llaman "post-moderna" con la idea de un eterno retorno, en el cual la historia sería un círculo vicioso sin sentido, con lo que acontece la llegada del nihilismo. La historia no tiene un sentido para Nietzsche, porque tampoco tiene sentido la vida humana en general, y ésta a su vez no tiene sentido porque no existe la verdad. En "Más allá del bien y del mal", quizá su obra central junto a "Así habló Zaratustra", Nietzsche lleva a cabo la demolición de toda verdad, que para él es sólo un artificio creado por intereses de la clase dominante para conseguir y mantener su dominio. Exactamente lo mismo que sostiene Marx para atacar a la religión y a todo lo que le suene a metafísica o moral. Y en último término, no existe para él la verdad, porque no hay ser, sino mero devenir, y eso es lo que fundamenta su rechazo infundamentado de toda metafísica, que como enseñó Aristóteles tiene por objeto el ser en cuanto ser. En "El ocaso de los ídolos" afirma Nietzsche precisamente: "Pero Heráclito tendrá eternamente razón al sostener que el ser es una ficción vacía".

¿Pueden tener "eternamente" razón los defensores del continuo devenir? Esta es la "eterna" paradója de los negadores de todo ser, de toda verdad y todo orden. Igual sucede con el escepticismo, pues supone una continua contradicción afirmar que no existe la verdad, decir que es verdad que no hay verdad. Y tampoco es posible mantenerse en esa especie de limbo de la "suspensión del juicio"; un hombre que vive sin afirmar ni negar nada es una abstracción imposible. El hombre vive inevitablemente con presupuestos, naturalmente fundados en la realidad (aunque también con otros muchos presupuestos adquiridos que pueden ser muchas veces falsos) y en la vida práctica es inevitable afirmar y negar, hacer y no hacer. Por este motivo, Balmes afirmaba en su "Filosofía fundamental" que la certeza es un hecho, pues antes de reflexionar sobre ella estamos siempre ya ciertos de algo; el sentido común nos pone en contacto con esa realidad, sobre la cual el filósofo no puede saltar. En una famosa anécdota sobre Pirrón de Elis, considerado el fundador del escepticismo griego, se dice que fue perseguido por un perro rabioso y tuvo a bien correr y subirse a un árbol, sin pensar si el perro y el árbol eran reales o ilusorios. Su respuesta a esto fue precisamente que es difícil despojarse completamente de la naturaleza humana. Efectivamente, es imposible despojarse de esa naturaleza dada, y por ello el filósofo no puede olvidarse de la realidad para empezar su filosofía desde la nada, un sistema construido como un castillo en el aire, tal como intentaron hacer los idealistas a partir de Descartes. Balmes fue un ejemplo de eso que Torras i Bages llamó el seny catalán, ese sentido común que es la característica fundamental del pensamiento tradicional catalán, y que en realidad es el rasgo distintivo de toda sana filosofía, desde Aristóteles al propio Balmes, pasando por Santo Tomás de Aquino. Balmes afirmó en la obra citada: "no quiero estar reñido con la naturaleza; si no puedo ser filósofo sin dejar de ser hombre, renuncio a la filosofía y me quedo con la humanidad".

No es posible entonces la afirmación absoluta del devenir, porque además de ir contra los principios fundamentales de la razón, lleva al escepticismo, que es igualmente absurdo e imposible en la vida práctica real. Por eso es necesario también rechazar todo tipo de evolucionismo o progresismo moderno, según los cuales la historia no tiene realmente un sentido pero "avanza" inevitablemente, progresa necesariamente pero sin una finalidad. Esto supone un absurdo que sin embargo ha sido asimilado de forma popular, y que significa que lo nuevo es siempre mejor que lo viejo y que lo que es bueno en una época es malo en otra, cayéndo así en un relativismo histórico. Pero este relativismo contradice la propia idea de progreso, pues todo progreso supone un referente fijo hacia el cual algo progresa, un modelo que mida que algo es mejor respecto a otra cosa, y ese modelo no puede progresar. Esto lo expresa perfectamente Chesterton en "Ortodoxia", donde dice lo siguiente: "Si el modelo cambia ¿cómo podría hablarse de mejoría, que supone siempre un ideal, un modelo?". Y así es, un continuo cambio sin sentido, hablar de una evolución hacia adelante, pero sin decir hacia qué o respecto a qué, es un sinsentido, una tautología vacía que no expresa nada. Pero vemos cómo cualquier absurdo ideológico actual se vende con este tipo de retórica vacía, según la cuál son valiosas unas ideas porque representan un avance, mientras que todo lo antiguo supone un retroceso. El progreso es lo que vale, aunque no se sepa qué significa ni hacia dónde se dirige ese progreso, y de lo que se trata es de romper siempre con toda tradición. Sin embargo, no es posible el progreso sin tradición, pues como hemos dicho, el progreso necesita de un modelo o idea fija hacia el cual dirigirse, ya que no puede concebirse ningún progreso basado en continuas rupturas. La ciencia progresa gracias a los conocimientos acumulados y heredados, que perfeccionándose poco a poco se dirige hacia la verdad en cualquiera de sus ámbitos específicos. Esto es lo que significa precisamente tradición, herencia recibida y donada a las siguientes generaciones, en un verdadero proceso de crecimiento progresivo. Citando a Vázquez de Mella dice Rafael Gambra que "el más tradicionalista no es el que sólo conserva, ni el que además corrige, sino el que añade y acrecienta, porque sigue mejor el ejemplo de los fundadores: producir y prolongar con el esfuerzo de sus obras", y continua él mismo: "en este sentido, tradición y progreso, lejos de oponerse, se identifican; o, más bien, resulta la tradición condición del progreso, y éste, consecuencia de aquel proceso interno" (en "Tradición o mimetismo").

El hombre es siempre un ser tradicional, quiéralo o no, sépalo o no, como también afirmaba Vázquez de Mella, y es eso lo que le pone en contacto con su realidad concreta y su sentido histórico.
La historia sí tiene sentido, y no es un eterno retorno de lo mismo, porque sino no existiría la tradición, que como hemos dicho es acumulación y posibilita el verdadero progreso. Existe el cambio, el devenir, pero ante todo existe el ser, la substancia, que es el sujeto en el cual se da el cambio, y sin el cual no puede pensarse tal cambio, como dijo Aristóteles. Estas substancias están sometidas a la generación y la corrupción, pero existen gracias a que existe el Ser en sí. Todo lo que es movido, es a su vez movido por otro, tal como podemos percibir de manera sensible; y como no es posible remontarnos infinitamente en esas causas de todo movimiento y todo cambio, es necesaro que exista finalmente un Ser origen de todo el movimiento, un motor inmóvil, como también afirmaba Aristóteles. Este Ser es el Ser en sí, el Ser que no es causado por ningún otro sino que es causa eficiente de todo lo demás, de todo lo creado, el Ser necesario que sustenta toda sustancia y también la causa final de todo lo que existe, hacia el cual se dirige todo y por lo cual todo cobra un sentido, tanto la vida individual del hombre como la vida colectiva, social e histórica. Ese Ser, principio y fin de todas las cosas, cuyos trascendentales son la Verdad, el Bien y la Belleza, íntimamente emparentados con él y sin el cual no podrían existir, es al que llamamos Dios.

Wednesday, February 03, 2010

Exaltación de la vida monástica

Por una curiosa coincidencia, estaba preparando un albúm de pinturas sobre la vida monástica y religiosa, sin yo haberme percatado (por ignorancia) de que el 2 de febrero (ayer) y fiesta de la Purificación de Nuestra Señora, es un día con una especial significación sobre la vida consagrada. Así pues, nos sumamos a las oraciones por las vocaciones religiosas de Costumbrario Tradicional, y valga también como homenaje esta galería artística, que refleja en cierto modo las virtudes monásticas de trabajo, estudio, oración y contemplación, sin excluir las escenas pintorescas y simpáticas.