Sunday, January 24, 2010
Jérôme y Jean Tharaud - El monje que quiso ver a la Virgen
Thursday, January 21, 2010
La sinfonía alpina de Richard Strauss
Eine Alpensinfonie, Op. 64 (1911-1915)
Staatskapelle Dresden
Rudolf Kempe, conductor
Credits:
Director of photography: Kozo Okazaki
Assistant camera: Osamu Motoyoshi
Production executive: Kazunari Yamaguchi
Production: Katsuhiro Tamura
Direction: Toro Yuki
Friday, January 15, 2010
"Gritarán las piedras"































Wednesday, January 13, 2010
Julio Martínez Mesanza, trovador de la vieja Europa


Exaltación del rito
A Heinrich Brackelmanns
Quien no comprende la razón del rito,
quien no comprende majestad y gesto
nunca conocerá la humana altura,
su vano dios será la contingencia.
Quien las formas degrada y luego entrega
simulacros neutrales a las gentes,
para ganarse fama de hombre libre,
no tiene dios ni patria ni costumbre.
Contra usuram
Ya sé que hemos gastado en demasía,
pero bodas y amigos lo merecen,
y lo merecen todas las campañas.
Te pagaré, y no habrá vencido el plazo,
aunque crea pagar bodas ficticias,
banquetes dobles y soñadas guerras.
Te daré seis por cada tres, confía:
te pagaré con oro lo no sido.

De amicitia
A José del Río Mons
Si tuviese al justo de enemigo,
sería la justicia mi enemiga.
A tu lado en el campo victorioso
y junto a ti estaré cuando el fracaso.
Tus palabras tendrán tumba en mi oído.
Celebraré el primero tu alegría.
Aunque el fraude mi espada no consienta,
engañaremos juntos si te place.
Saquearemos juntos si lo quieres,
aunque mucho la sangre me repugne.
Tus rivales ya son rivales míos:
mañana el mar inmenso nos espera.
Nunca He Visto Gozosa La Victoria
Nunca he visto gozosa la discordia,
no conozco el olor que tiene el campo
después de la batalla. Nunca he visto
caballos sin jinete entre las picas
vagar y entre los muertos. No conozco
la voluntad de ser invulnerbale
ni el estupor que nace con la herida.

Sancta María
Virgen, Madre de Dios y Madre nuestra,
Majestad y Humildad, impera siempre.
Tiro como si fuera un trapo viejo
la razón inestable que ayer dijo
y dirá lo contrario de inmediato.
Olvido los tres siglos de cordura,
la mole de palabrería impresa,
e intento serte grato nuevamente.
También mueren caballos en combate
También mueren caballos en combate,
y lo hacen lentamente, pues reciben
flechazos imprecisos. Se desangran
con un noble y callado sufrimiento.
De sus ojos inmóviles se adueña
una distante y superior mirada,
y sus oídos sufren la agonía
furiosa y desmedida de los hombres.

San Luis
A Violeta
Hay algo noble en todas las espadas.
Hay algo noble en todos los jinetes.
Y espadas nobles hay en manos regias,
y audaces horas y monarcas santos
que cabalgan enfermos, poseídos
por una gracia que el temor destruye.
Ellos nunca quisieron ser los dioses
pues Dios era su sueño y su vigilia.
Hay espadas que empuña el entusiasmo
y jinetes de luz en la hora oscura.
Ceremonia
En las manos de Dios está la vida.
Prepara siempre el último combate,
no importa que después sigas luchando.
Reza solemnemente y sin agustia,
dando a las formas su valor supremo.
Debes hacer un rito del vestirte:
la sobreveste puede ser mortaja.
Cuando vayas al paso hacia el combate
saluda brevemente a tus amigos
y baja la visera de tu yelmo
para significar que arrostras solo
la mirada, y de frente, del acaso.
En las manos de Dios está la vida.
Pídele la victoria solamente
y el perdón de la sangre y de la audacia.

Santo Oficio
Hay una casa que no roza el tiempo.
Tiene torres espléndidas y oscuros
corredores. Sus salas están llenas
de claros y pacientes manuscritos.
Una raza distinta vive en ella:
varones para quienes la justicia
debe ser majestad y ser distante.
La eternidad los hace ser solemnes
y hace que sean pocas sus palabras
y su sentencia la hace irrevocable.
No malgastan su tiempo con sofismas;
saben que la opinión tiene mil labios,
es un monstruo ridículo y versátil.
No dan valor alguno a lo que opinan
los hombres incostantes. Los mil labios
de la opinión se cierran frente al dogma.
Friday, January 01, 2010
Sobre los Reyes Magos, en "Elena" de Evelyn Waugh
Para todos nosotros, igual que para los Reyes Magos, también hay una estrella que nos guía en la noche, es la Gracia de Dios. Lo único necesario para aprovecharla es estar atentos y no dejarnos cegar por especulaciones vanas, pues corremos el riesgo de dirigir nuestra mirada hacia el lugar equivocado, dejando escapar al resplandeciente astro para hundirnos en la noche eternamente. Esta "estrella" no se ve con los ojos del cuerpo, sino con los ojos del alma; no nos hacemos dignos de ella levantando torres de Babel, sino por la humildad. Esta humildad es el principio de la sapientia christiana de San Agustín, el requisito moral necesario para llegar a Dios: "(...) he aquí que veo una cosa no hecha para los soberbios ni clara para los pequeños, sino a la entrada baja y en su interior sublime y velada de misterios, y yo no era tal que pudiera entrar por ella o doblar la cerviz..." (Conf. III, 5, 9). El camino empieza con esa puerta pequeña, ante la que es necesario inclinarse para entrar; una vez dentro, sucede con la fe igual que con las vidrieras de una catedral gótica, y lo que parecía descolorido y opaco por fuera, se torna entonces como una fuente maravillosa por la que penetra la luz que baña completamente el majestuoso templo. Esa sapientia o sabiduría comienza entonces a ser fecunda, pues como dijo el profeta Isaías, "nisi credideris, non intelligetis" (Isaías, 7, 9); es necesario creer para entender de verdad.

San Agustín fue otro gran sabio que tardó en llegar al portal de Belén, y que finalmente, por los caminos tortuosos del maniqueísmo, el escepticismo y la especulación platónica, acabó por encontrar el santo lugar y postrarse ante Cristo al lado de los pastores, que desde antes ya estaban allí. Los pastores son un ejemplo de esta humildad y amor a Dios, pues como bien dice Tomás de Kempis, "Todos los hombres, naturalmente, desean saber; mas ¿qué aprovecha la ciencia, sin el temor de Dios? Por cierto, mejor es el rústico humilde que a Dios sirve, que el soberbio filósofo que, dejando de conocerse, considera el curso del cielo" (Imitación de Cristo, I, 2, 1).
San Agustín entendió finalmente, que la especulación de los paganos podía alcanzar a conocer algunas verdades por la razón natural, pero que la especulación para el cristiano no es como ésta una escalada imposible hasta la Verdad absoluta, puesto que la Verdad ha descendido hasta nosotros, y he ahí el mayor misterio de la historia, a donde las especulaciones de los paganos no son capaces de llegar. Dice San Agustín refiriéndose a las obras de los filósofos paganos, especialmente a las de los neoplatónicos que tanto admiró: "Pero que el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, no lo leí allí. (...) que se anonadó a sí mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres y reconocido por tal por su modo de ser; y que se humilló, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz, por lo que Dios le exaltó de entre los muertos y le dio un nombre sobre todo nombre, para que al nombre Jesús se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos y toda lengua confiese que el Señor Jesús está en la gloria de Dios Padre, no lo dicen aquellos libros" (Conf. VII, 9, 14).
Chesterton dijo en El hombre común, obra que marcó de manera especial la conversión de C. S. Lewis, que si tuviera que predicar un sólo sermón, sería sobre el orgullo, pues es el origen de todo mal, desde la primera rebelión de Lucifer, hasta la rebelión de cada hombre actual que pretende transgredir el orden natural y divino. Chesterton acaba diciendo que si pronunciase este sermón, seguramente no le pedirían que pronunciara ninguno más, y quizá sea por eso por lo que en el humilde portal de Belén sólo acompañan al Niño Dios y a la Sagrada Familia unos simples animales de establo y unos sencillos pastores. Sólo unos pocos se postran también actualmente delante del Dios "anonadado" al que se refiere San Agustín, pues en esta época de exaltación del hombre, del orgullo y de tantos "derechos humanos", no parece tener sentido hincar la rodilla junto a unos pastores delante de "tan poca cosa".
Aunque lleguemos un poco tarde, no nos extraviemos por el camino, pues en ese rústico lugar se encuentra la máxima grandeza, el Verbo hecho carne, ante el cual palidecen todas la vanidades humanas, la máxima Verdad y Sabiduría, ante la cual se desvanece la pedantería, que es "la forma más árida del orgullo" dice Chesterton, vicio de los hombres que sin saber reconocer sus límites y sus miserias, creen ser sabios despreciando a Dios. Allí se encuentra Dios hecho hombre, ante el cual se dobla toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos.
Elena (fragmento del cap. 9) de Evelyn Waugh
« Ustedes, —les dijo a los reyes magos— igual que yo, tardaron en llegar... Los pastores, y hasta el ganado, llevaban ya mucho tiempo aquí y se habían unido al coro de ángeles mientras ustedes estaban en camino. Para ustedes se relajó la primordial disciplina de los cielos y brilló entre las desconcertadas estrellas una nueva luz desafiante...
¡Con cuánto trabajo marcharon, haciendo mediciones y cálculos, mientras los pastores corrían descalzos! ¡Qué aspecto más extraño tenían en el camino, atendidos por libreas de tierras extrañas, cargados con regalos absurdos!...
Al cabo llegaron al fin de la peregrinación y la gran estrella se detuvo. ¿Y qué hicieron? Se detuvieron para visitar al rey Herodes. En ese fatal intercambio de cumplidos empezó aquella guerra no terminada del populacho y de los magistrados contra el inocente...
A pesar de todo, llegaron, y no fueron rechazados. También ustedes encontraron sitio ante el pesebre. Los regalos no eran necesarios, pero fueron aceptados y dispuestos cuidadosamente, porque habían sido traídos con amor. En aquel nuevo orden de caridad que acababa de surgir a la vida, también para ustedes hubo un lugar. A los ojos de la sagrada familia, ustedes no fueron menos que el buey o el asno...
Ustedes son mis patronos especiales, y los patronos de todos los que llegan tarde, de todos los que han tenido que hacer un tedioso viaje para llegar a la verdad, de todos los confundidos con el conocimiento y la especulación, de todos los que a través de la cortesía comparten la culpa, de todos los que están en peligro a causa de sus propios talentos...
Recen por mí, primos míos, y por mi pobre hijo sobrecargado; que también él encuentre antes del fin sitio para arrodillarse en la paja. Recen por los grandes, para que no mueran del todo. Y recen por Lactancio, y Marcias, y los jóvenes poetas de Tréveris, y por las almas de mis salvajes y ciegos antecesores; y por su astuto adversario Ulises, y por el gran Longino... Por Él, que no rechazó los regalos extravangantes, recen siempre por los hombres cultos, retorcidos y frágiles. ¡Que no se les olvide del todo en el trono de Dios cuando los simples entren en su reino! »
Tomado de la selección de textos de Hernán J. González