Ya es la tercera vez que en este blog aparece el nombre de Gaston Rebuffat, pero esta vez para mostrarlo en un video cuyas imagenes ilustrará perfectamente sus palabras. Dicho video pertenece a uno de los tres documentales de montaña que realizó, titulado "Entre terre et ciel", siendo los otros dos "Les horizons gagnés" (Los horizontes conquistados) y "Étoiles et tempêtes" (Estrellas y borrascas), ambos convertidos también en libros. Dichos documentales no son exhibiciones de escalada, sino que muestran como los libros la esencia del montañismo clásico. En ellos podemos ver a un Rebuffat como siempre vestido de una manera impecable al estilo del alpinismo tradicional, con su jersey de lana y sus medias con pantalones bombachos, ascendiendo muchas de las más importantes vías alpinas en montañas como el Petit Dru, las Grandes Jorasses, el Eiger o el Cervino. Pero a diferencia de los documentales habituales de alpinismo no intenta mostrar una cara trágica e incluso morbosa del peligro y la escalada, sino casi al contrario, pues a pesar de reflejar el esfuerzo de una ascensión, las escenas presentan la naturaleza alpina en toda su belleza, e incluso incluyen algunos momentos de humor. Pero hay un factor más de vital importancia en estos documentales, y es el papel de la musica. Rebuffat usa de forma maravillosa pasajes de la música romántica como es el caso de la Sonata de piano de Liszt u obras clásicas como la famosa suite de Violoncello de Bach. Incluso en el documental de "Estrellas y borrascas" hay una magnífica escena donde Gaston Rebuffat realiza un rappel mientras su compañero toca en directo, en la misma montaña, una pieza de Cello, terminado lo cual carga con el instrumento ladera abajo. En el video que podrán ver en este apartado apreciarán la atmósfera que añade la musica a las ya de por sí impresionantes imagenes.
Reino de luz y silencio
Gaston Rebuffat
El futuro alpinista ya lo ha adivinado: las montañas sólo viven por el amor de los hombres. Son bellas por muchas razones, pero también gracias al fervor de un muchacho. La técnica debe estar al servicio del entusiasmo, de lo contrario reduce el mundo de la alta montaña a las proporciones de un gimnasio. ¡Qué larga resulta la marcha que conduce a las cumbres!
Allá donde las casas, y después los árboles y, a continuación, la hierba desaparecen, nace un reino estéril, salvaje y mineral; sin embargo, en su pobreza extrema, en su desnudez total, ofrece una riqueza que no tiene precio: la felicidad que se descubre en los ojos de los que lo frecuentan.
El alpinista ha de tener músculos fuertes, dedos de acero, una técnica perfecta, aunque todo eso no sean más que herramientas. Sobre todo ama la vida, y sabe que el aire a 4.000 metros tiene un sabor particular, pero que hay que ganárselo. Mientras que muchos individuos se contentan cada día más fácilmente, el hombre en cambio tiene que mostrarse exigente consigo mismo: no puede gustarle una forma de paz que sólo sea la ausencia de vida. "Donde existe una voluntad, hay un camino". No le basta con existir, quiere vivir; no vivir peligrosamente, algo fácil y ponzoñoso. ¡Tiene un cuerpo y un alma! Las altas cumbres le proponen acción y contemplación; ayudan a los hombres a despertar sus sueños dormidos.
Pero la belleza de las cimas, libertad en los grandes espacios, la relación familiar con la naturaleza y los rudos placeres de la escalada resultarían mustios y hasta amargos sin la amistad de la cordada: amistad fraternal, hecha de amabilidad, de entrega, de alegrías y luchas compartidas.
Con frecuencia pienso en Moulin y cómo me inició. He realizado algo más de mil ascensiones en todas las épocas del año; en ocasiones tengo la impresión de que la montaña es mi reino y, pese a ello, cada vez que suelto mis cadenas, me siento muy bien y experimento ligeros escalofríos.
Como Moulin antaño, ahora "sé", pero aunque hubiese escalado todas las cimas por todos los itinerarios, nunca conocería la totalidad de ese mundo que amo; siempre estaré en camino.
Fragmento de La montaña es mi reino. Ed. Desnivel.
Reino de luz y silencio
Gaston Rebuffat
El futuro alpinista ya lo ha adivinado: las montañas sólo viven por el amor de los hombres. Son bellas por muchas razones, pero también gracias al fervor de un muchacho. La técnica debe estar al servicio del entusiasmo, de lo contrario reduce el mundo de la alta montaña a las proporciones de un gimnasio. ¡Qué larga resulta la marcha que conduce a las cumbres!
Allá donde las casas, y después los árboles y, a continuación, la hierba desaparecen, nace un reino estéril, salvaje y mineral; sin embargo, en su pobreza extrema, en su desnudez total, ofrece una riqueza que no tiene precio: la felicidad que se descubre en los ojos de los que lo frecuentan.
El alpinista ha de tener músculos fuertes, dedos de acero, una técnica perfecta, aunque todo eso no sean más que herramientas. Sobre todo ama la vida, y sabe que el aire a 4.000 metros tiene un sabor particular, pero que hay que ganárselo. Mientras que muchos individuos se contentan cada día más fácilmente, el hombre en cambio tiene que mostrarse exigente consigo mismo: no puede gustarle una forma de paz que sólo sea la ausencia de vida. "Donde existe una voluntad, hay un camino". No le basta con existir, quiere vivir; no vivir peligrosamente, algo fácil y ponzoñoso. ¡Tiene un cuerpo y un alma! Las altas cumbres le proponen acción y contemplación; ayudan a los hombres a despertar sus sueños dormidos.
Pero la belleza de las cimas, libertad en los grandes espacios, la relación familiar con la naturaleza y los rudos placeres de la escalada resultarían mustios y hasta amargos sin la amistad de la cordada: amistad fraternal, hecha de amabilidad, de entrega, de alegrías y luchas compartidas.
Con frecuencia pienso en Moulin y cómo me inició. He realizado algo más de mil ascensiones en todas las épocas del año; en ocasiones tengo la impresión de que la montaña es mi reino y, pese a ello, cada vez que suelto mis cadenas, me siento muy bien y experimento ligeros escalofríos.
Como Moulin antaño, ahora "sé", pero aunque hubiese escalado todas las cimas por todos los itinerarios, nunca conocería la totalidad de ese mundo que amo; siempre estaré en camino.
Fragmento de La montaña es mi reino. Ed. Desnivel.
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