En el bellísimo pueblo salmantino de La Alberca, se conserva una tradición vinculada a la fiesta religiosa y popular de la Virgen de la Asunción (15 de Agosto), patrona del lugar; se trata de una representación teatral o Loa, donde los papeles se heredan de padres a hijos. Los personajes son sencillos: el demonio, que aparece para arruinar la fiesta de la Virgen, el campesino y el pastor, que ayudado por un ángel expulsa al Maligno, para el regocijo del pueblo y gloria de Dios.
Para adentrarnos en esta pintoresca representación transcribiré un artículo de 1943, escrito por un reportero alemán para la revista Signal en su versión española (Nº 1 de Abril), donde se recoge la esencia y el espíritu de esta fiesta, así como del teatro popular en general.
Para ver fotos esta representación teatral se puede entrar en la página de La Alberca, en este apartado: http://www.laalberca.com/archivos/fiestas/galeria/fiestas_galeria.html e ir al "grupo de fotos 3".
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Teatro universal en La Alberca por Leopold Fiedler
(Revista Signal)
Teatro significa espectáculo. Y las dos formas del mismo a las cuales pueden referirse hoy todo cuanto domina en los repertorios de nuestra moderna escena -la tragedia y la comedia -ha recibido sus nombres de cosas y procesos no menos distantes de la magia de la fecundidad de la edad de piedra, por ejemplo, que de una representación de "Fausto" en el Teatro berlinés del Estado. Traducido del griego, "tragedia" significa textualmente "canto del macho cabrío". De rogativas en las cuales enmascarados con pieles de cabra ejecutaban bailes ha surgido en larga transformación la forma artística del espectáculo trágico. Pero comedia se deriva del griego "komos", que significa desfile turbulento y alegre. Aquí es aún más evidente la relación con la primitiva magia de la fecundidad.
Claro que el teatro moderno, que se ha convertido en una desarrolladísima forma artística con muchas especializaciones, refinamientos y también degeneraciones, difiere mucho de este origen que desaparece en la penumbra de la historia primitiva de la humanidad. Tanto como el moderno fusil ametrallador de la honda con que el niño pastor David abatió al gigante Goliath.
Sin embargo, el teatro vive todavía hoy en el pueblo en una forma indudablemente religiosa, emparentada aún con las primeras evoluciones. Y con más pureza, por cierto, donde menos sabe el pueblo de "teatro". No debe pensarse en regiones donde, como en Italia con el canto, son innatas en las gentes, por decirlo así, las dotes artísticas. Por ejemplo, en Baviera meridional y el Tirol, donde hay numerosos teatros de aficionados junto a la famosa escena que se llama campesina. El espectáculo teatral tiene allí caracter religioso en la menor parte de los casos. Necesita casi en todas partes verdaderos escenarios, con iluminación y bastidores, con carmín, pelucas y papeles impresos. Es ya teatro literario y exige cierto nivel de civilización.
Pero en los valles laterales de los Alpes, donde las costumbres se han conservado puras, hay todavía mascaradas con maravillosas máscaras heredadas de generación en generación, el "mummenschanz" de la época de Navidad y del antruejo, el canto de los Reyes Magos y todas las representaciones de acción de gracias por la cosecha. Aquí perdura aún el origen del teatro.
A un nivel mucho más elevado y espiritual, pero tan cercano al origen que un casual espectador ciudadano podría creer que asistía al nacimiento del viejo Mimo que inspiraba a los hombres el afán de imitación, se encuentran las representaciones religiosas -"loas" y "autos sacramentales" -que hoy todavía vuelven a encontrarse en España.
Esto es teatro profano, teatro popular en la verdadera acepción de la palabra. Teatro como en los tiempos de Lope de Vega y de Shakespeare. Durante los siglos XVI y XVII, en que no fue casual que el teatro de corte llegase precisamente en España a su mayor florecimiento -florecimiento que las escenas europeas y especialmente la alemana proclaman actualmente para su ventaja - en este siglo relajado y animado por las creencias religiosas surgió en España esta forma del espectáculo religioso que hoy vuelve a la vida impulsado por un poderoso movimiento.
En la remota aldea de La Alberca, en las faldas de la Sierra de Francia, no era necesario este movimiento. Hubiera sido tanto como llevar bacalaos a Escocia, pues sus campesinos representan ininterrumpidamente sus "loas" desde hace 300 años. El día de la festividad de su patrona, frente a la iglesia, un tablado escénico: dos postes, un par de mantas y visillos son toda la decoración. Los papeles se heredan en las familias de la aldea desde hace generaciones: el "ángel" y el "diablo", el "campesino" y el "pastor", que es al mismo tiempo el "gracioso" a quien está permitida la improvisación y dirigirse alegremente al público.
El "demonio" desciende del aire cabalgando sobre un monstruo infernal de madera cargado de cohetes -que escupe, por tanto, fuego -e intenta perturbar la fiesta de la Virgen. Pero el "pastor" -el "prologus" de la obra -le arroja de nuevo al infierno, por un agujero del estrado, con ayuda del "ángel".
Los tableros de este estrado representan realmente el "mundo" para hombres, mujeres y niños de La Alberca. Desde luego, en un sentido enteramente distinto y mucho más profundo que "las tablas representativas del mundo" de la frase hecha. Precisamente en el sentido del gran "teatro universal", que también procede de España. Esto es mundo en sentido religioso. Su representación con las fuerzas del cielo y del infierno es en el fondo un problema religioso: depuración y perfeccionamiento de la vida.
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