Saturday, November 21, 2009

Dos artículos sobre "Tristán e Isolda" de Wagner, por Mons. Williamson

“Séame hombre viril y no titubeante”
Comentario Eleison Nº 119
17 de Octubre de 2009
“Tristán” – Escenificación

Después de ausentarme por aproximadamente 40 años del Royal Opera House de Londres, fue un gusto recibir de unos amigos, la semana pasada, un boleto para asistir a la presentación de “Tristán e Isolda” de Wagner. Fue una tarde muy agradable, pero ¡oh queridos amigos!, ¡la producción moderna! Los clásicos del ayer son una cosa; su puesta en escena hoy en día, ¡puede llegar a ser completamente distinta!

Un clásico como “Tristán e Isolda”, que fue puesto en escena por primera vez en 1865, se convirtió en un clásico por su éxito al expresar los problemas humanos y las soluciones que pertenecen a todos los tiempos. Nunca, por ejemplo, habían sido expresadas tan hábil y poderosamente las pasiones del amor romántico entre el hombre y la mujer que en el drama musical de “Tristán”. Pero cada vez que un drama clásico es escenificado, su producción puede obviamente pertenecer sólo a la época de su puesta en escena. De tal modo, el clásico depende en sí mismo del autor, pero la producción depende del productor y de cómo él entiende el clásico que está produciendo.

Wagner puede ser llamado el padre de la música clásica, especialmente debido a la revolución causada por las armonías cromáticas de “Tristán”, en constante cambio. Nadie puede decir que Wagner no es moderno. Sin embargo, lo que la producción actual de “Tristán” en el Covent Garden muestra, es la distancia abismal que existe aún entre el tiempo de Wagner y el nuestro. Puede ser que este productor no haya entendido el texto de Wagner o simplemente no lo tomó en cuenta, lo que podemos ver a través de dos ejemplos: En el Tercer Acto, cuando Kuwenal debería estar buscando el barco de Isolda en el mar, se le muestra observando a Tristán todo el tiempo. Por el contrario, en el texto de Wagner, cuando finalmente Isolda se apresura y encuentra a Tristán en su lecho de muerte, ella se encuentra observándolo para poder percibir tan siquiera una señal de vida, ¡pero este productor la coloca en el piso dándole la espalda! Esta violación flagrante del texto original, y del sentido común, se hizo presente a través de toda la obra, de principio a fin.

¿Qué es lo que el productor pensó que estaba haciendo? Me gustaría saberlo. O no tenía sentido común o, si lo tenía, se propuso desafiarlo deliberadamente. Peor aún, la Royal Opera House probablemente le pagó una gran cantidad para que lo hiciera, debido a que a su juicio la audiencia de hoy en día disfrutaría el reto. A uno se le viene a la mente Picasso cuando decía que sabía que su arte no tenía sentido, pero también sabía que era lo que la gente quería. En efecto, el público de la semana pasada, que debería haber abucheado las tonterías que sucedían en el escenario, en lugar de eso atendió a la obra con docilidad y aplaudió calurosamente. En el país natal de Wagner, hoy en día, a menos que esté equivocado, las producciones clásicas de sus operas son raras.

Uno está obligado a preguntarse, ¿qué es lo que está pasando con el sentido común? ¿Hacia dónde se dirige la audiencia de hoy en día? ¿Cómo podrá la gente sobrevivir por un largo tiempo si encuentra placer, por ejemplo, en amantes que se dan la espalda al momento de morir? Objeción: esto es solamente teatro. Contestación: el teatro refleja como un espejo a la sociedad. Conclusión: la sociedad hoy en día, o no tiene sentido común, o está pisoteando el poco que le queda. Ya que el sentido común es el sentido de la realidad, esta clase de sociedad no puede sobrevivir.

Kyrie eleison.
Londres, Inglaterra





El acorde de “Tristán”
Comentario Eleison Nº 120
24 de Octubre de 2009


A una estructura objetiva del alma humana, corresponde una estructura objetiva de la música. Ambas pueden ser perturbadas por las opciones discordantes de los hombres; pero el libre albedrío subjetivo no puede cambiar estas estructuras, ni su correspondencia recíproca. ¿No es sentido común que así como es corriente la música suave en los supermercados para estimular a las mujeres a comprar, se ejecuta música vigorosa en el ejército para incitar a los hombres a marchar? La mercadotecnia y la milicia son actividades demasiado reales para permitir que las interfieran las fantasías del liberalismo.

Aún así, los liberales fantasean. De ahí, sin duda, la actual producción de “Tristán e Isolda” en el Covent Garden, que se esfuerza en “desconstruir” la obra maestra de Wagner, como se describió en el Comentario Eleison de la semana anterior. Sin embargo, un artículo de dos páginas incluido en las notas del programa para la misma producción, ilustra la correspondencia objetiva entre clases de música y clases de reacciones humanas. Quisiera poder citarlo todo, pero no se asusten de los detalles técnicos, lectores, porque estos son precisamente los que prueban el punto.

El artículo está tomado del libro “Vorhang Auf!” (“Arriba el telón”), de un director alemán que aun vive: Ingo Metzmacher. Se centra en el famoso “Acorde Tristán”, que aparece por primera vez en el tercer compás del preludio. El acorde consiste en un tritono (o cuarta aumentada), fa y si abajo de do central (do4) y arriba de él, una cuarta: re sostenido y sol sostenido. En este acorde, dice el autor, hay una tremenda tensión interna en busca de una resolución, pero de las cuatro veces que este acorde aparece en los primeros 14 compases del Preludio, sólo se resuelve en la dominante 7ª; un acorde irresoluto de por sí y que clama por una resolución. Y cuando al final se alcanza un acorde estable en fa mayor en el compás 18, inmediatamente es desestabilizado por una nota baja elevándose un semitono medio compás adelante, y así sucesivamente.

Los semitonos son de hecho la clave, dice Metzmacher, del nuevo sistema armónico inventado por Wagner en “Tristán” para expresar el anhelo ilimitado del amor romántico. Los semitonos “actúan como un virus; no hay sonido que esté a salvo de ellos y no hay nota que pueda estar cierta de que no variará hacia arriba o hacia abajo”. Los acordes así fraccionados continuamente, reparados e inmediatamente fraccionados otra vez, constituyen una procesión implacable de estados de tensión irresoluta, que corresponde perfectamente en música al deseo mutuo de los amantes, “creciendo inmensurablemente como un resultado de la imposibilidad de encontrarse plenamente”.

Pero Metzmacher señala el precio que se ha de pagar: la música basada en el sistema de claves, una mezcla estructurada de semitonos con tonos plenos, “toma su fuerza vital de una habilidad de darnos con una clave particular, la sensación de estar en casa”. Por el contrario, con el sistema de Tristán, “nunca podemos estar ciertos de que un sentimiento seguro no es en realidad una decepción”. Así, el acorde de Tristán “marca un punto de inflexión en la historia no sólo de la música, sino de toda la humanidad”. Metzmacher entendería bien el viejo proverbio chino: “cuando la modalidad de la música cambia, los muros de la ciudad tiemblan”.

Quizá como la música tonal subvertida de “Tristán”, así este productor del Convent Garden intentó subvertir “Tristán”. Entonces ¿dónde se detiene la desconstrucción de la vida y la música? Respuesta no wagneriana: ¡En las verdaderas celebraciones de la Misa! Con la Nueva Misa Masónica, los verdaderos Católicos nunca se sentirán en casa.

Kyrie eleison.
Londres, Inglaterra

(Traducción: Radiocristiandad)

2 comments:

Anonymous said...

Es un gusto leer un nuevo articulo.
Saludos cordiales.

Jorge Pérez said...

Gracias como siempre. Estos artículos contienen una perspectiva muy interesante y original sobre la obra de Wagner, y se nota que provienen de un genio con visión amplia como es el obispo Williamson. Espero que resulte interesante.
Un cordial saludo.